Depósito del Museo Nacional del Prado
Deposit of the Prado National Museum
Pintado por un jovencísimo Sorolla a sus 21 años, esta monumental evocación de la defensa del Parque de Artillería de Monteleón durante el alzamiento del pueblo de Madrid contra la invasión napoleónica fue la primera y única aportación del maestro valenciano a la gran pintura de historia de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, figurando en la de 1884, donde fue galardonada con una segunda medalla.
Testimonio una vez más de la especial acogida que siempre tuvieron en estos certámenes los episodios relacionados con la Guerra de la Independencia y que ahora, a finales de siglo, alcanzarían su último gran período de esplendor, el cuadro representa la gloriosa resistencia con que el pueblo madrileño, al mando del capitán Luis Daoíz (1767-1808), combatió a las tropas napoleónicas en su asalto al Parque de Artillería de Monteleón, de cuyo arsenal se habían armado los soldados y guerrilleros españoles, comenzando así el alzamiento de la villa de Madrid contra el invasor francés el 2 de mayo de 1808.
A pesar de tratarse de la obra temprana de un artista no especializado en el género histórico, esta ambiciosa pintura juvenil de Sorolla resulta enormemente interesante tanto por su singularidad dentro de la evolución personal del pintor como por las novedades que aporta al género histórico español. la escena está hábilmente compuesta en la distribución de los grupos, mostrando un indiscutible acierto en la captación del movimiento agitado del torrente de combatientes madrileños que se aprestan a luchar con la rabia ciega reflejada en sus rostros, así como en la intensidad dramática de los cadáveres de soldados y guerrilleros dispersos por el suelo, en difíciles y bien resueltos escorzos. Pero, sin duda, el logro fundamental de Sorolla en este gran lienzo histórico es su plasmación de la escena al aire libre, captando del natural la atmósfera confusa y humeante de la batalla en la que se desenvuelven las figuras a plena luz del sol, novedoso rasgo de modernidad pictórica que llegaría a ser proverbial en la producción madura del gran maestro del «luminismo» español, y que, a pesar de los condicionamientos a que hubo de someterse en esta pintura el joven valenciano, con tal de darse a conocer en un certamen oficial de proyección nacional, asume ya en ella rasgos de inusitada modernidad plástica en la zona brumosa de los combatientes envueltos en el humo, resueltos con una factura extraordinariamente amplia y enérgica, de toques deshechos e impetuosos de pincel, que contrastan con la mayor definición realista de los personajes del primer término, entre los que pueden apreciarse algunos fragmentos de gran belleza pictórica, como el grupo de guerrilleros del extremo izquierdo, uno de los cuales sujeta a un compañero moribundo en su regazo mientras eleva la mano al cielo en gesto de impotencia y dolor, mientras otro, con el torso semidesnudo, hace avanzar la rueda del pesado cañón. Las cabezas de los madrileños enfurecidos que asoman tras estos personajes, la mujer muerta que yace a los pies, y, sobre todo, el extraordinario dinamismo de la violenta y enfurecida confrontación, captada por Sorolla con su especial sentido de la instantaneidad, anuncian en muchos aspectos al gran artista de los años posteriores.
Respecto al modo en que Sorolla buscó al natural esos efectos de luz y pólvora tan presentes en la composición , Aureliano de Beruete y Moret, crítico de arte y amigo del pintor, escribe:
“Pintado con el brío y la fogosidad de los veinte años; lleno de vida, de movimiento, de luz y color; inspirado en un hecho que conmovió las fibras del artista, enamorado de lo épico y legendario, reveló por completo esta obra las cualidades raras de su autor, haciendo presentir lo que de él podía esperarse en adelante. Tan sólo acometerlo fué clara muestra de una intuición genial, pues no creemos que hasta entonces se hubiera intentado por nadie, en España al menos, pintar directamente un cuadro con figuras de tamaño natural en pleno sol. Para realizarlo hubo de utilizar Sorolla, como taller, los corrales de la Plaza de Toros, de Valencia, en donde, a fuerza de quemar pólvora y de envolver en humo a los modelos, quiso resucitar ante su vista la escena real, para trasladarla al lienzo tal y como su imaginación se la había representado”.
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Painted by a very young Sorolla at the age of 21, this monumental evocation of the defence of the Monteleón Artillery Park during the uprising of the people of Madrid against the Napoleonic invasion was the first and only contribution of the Valencian master to the great history painting of the National Fine Arts Exhibitions, appearing in the 1884 one, where he was awarded a second medal.
Once again, it is a testimony to the special welcome that the episodes related to the War of Independence always had in these contests and that now, at the end of the century, would reach their last great period of splendour. The painting represents the glorious resistance with which the people of Madrid resisted, under the command of Captain Luis Daoíz (1767-1808), fought the Napoleonic troops in their assault on the Monteleón Artillery Park, from whose arsenal the Spanish soldiers and guerrillas had armed themselves, thus beginning the uprising of the town of Madrid against the French invader on May 2, 1808.
Despite being the early work of an artist who did not specialize in the historical genre, this ambitious youthful painting by Sorolla is enormously interesting both for its uniqueness within the personal evolution of the painter and for the novelties it brings to the Spanish historical genre. The scene is skilfully composed in the distribution of the groups, showing an unquestionable success in capturing the agitated movement of the torrent of Madrid fighters who prepare to fight with the blind rage reflected in their faces, as well as in the dramatic intensity of the bodies of soldiers and guerrillas scattered on the ground, in difficult and well resolved foreshortenings. But, without a doubt, Sorolla's fundamental achievement in this great historical canvas is his depiction of the scene in the open air, capturing from nature the confused and smoky atmosphere of the battle in which the figures are fighting in full sunlight, A new feature of pictorial modernity that would become proverbial in the mature production of the great master of Spanish "luminism", and that, despite the conditioning that the young Valencian had to undergo in this painting, in order to make himself known in an official competition of national projection, In it, he already assumes features of unusual plastic modernity in the foggy area of the combatants wrapped in smoke, resolved with an extraordinarily wide and energetic bill, of broken and impetuous brush strokes, which contrast with the greater realistic definition of the characters of the first term, among which some fragments of great pictorial beauty can be seen, such as the group of guerrillas on the far left, one of whom is holding a dying comrade in his lap while raising his hand to the sky in a gesture of helplessness and pain, while another, with his torso half naked, is advancing the wheel of the heavy cannon. The heads of the enraged Madrilenians that appear behind these characters, the dead woman lying at their feet and, above all, the extraordinary dynamism of the violent and furious confrontation, captured by Sorolla with his special sense of instantaneousness, announce in many ways the great artist of the following years.
Regarding the way in which Sorolla looked for those effects of light and gunpowder so present in the composition, Aureliano de Beruete y Moret, art critic and friend of the painter, writes
"Painted with the verve and fieriness of twenty years of age; full of life, movement, light and colour; inspired by an event that moved the fibres of the artist, who was in love with the epic and legendary, this work completely revealed the rare qualities of its author, making one feel what could be expected of him from now on. Just to undertake it was a clear demonstration of a genius intuition, since we do not believe that until then it would have been attempted by anyone, in Spain at least, to paint directly a picture with life-size figures in full sunshine. To do this, Sorolla had to use as a workshop the corrals of the Plaza de Toros in Valencia, where, by burning gunpowder and wrapping the models in smoke, he wanted to resurrect the real scene before his eyes, to transfer it to the canvas just as his imagination had represented it".