Esta fotografía nació en el corazón de Dios hace mucho tiempo, aguardó hasta este momento para darme el honor a mí, de poder capturarla. La dibujó en medio de un sueño y pude verla con claridad, era tiempo de levantarme y hacer el boceto para asegurarme de no olvidarla, ahora tocaba hacer la parte técnica; quienes me conocen saben que me gusta planificar todo aquello que esté en mis manos, así que decidí poner en marcha todo el plan.
Equipo técnico, transporte, alimentación, vestuario, clima, cielos, un cómplice (amigo) entre otras, estábamos listos y todo empezó a cambiar, me cancelaron la fecha para escalar; en 3 días más, dijeron; inmediatamente pensé ya tendré presencia de luna, esto ya cambiaba mucho mi planificación. Llego el día, empezamos a escalar y conforme subíamos el clima no era favorable para poder realizar la captura, aún el reloj marcaba que era el fin de la tarde y muy pronto la penumbra invadiría nuestro camino (no tienen idea lo que sufro caminar en la oscuridad por los problemas de mi vista) y el viento frío empezaba ya a dar un aviso de lo que nos esperaría en las siguientes horas.
Llegamos a un descanso para luego caminar el último tramo que nos llevaría al plato del Volcán Acatenango desde donde tenía previsto tomar la fotografía, para ese momento, el clima había cambiado mucho, el aire era muy fuerte y el frío intenso, debíamos tomar una decisión. Si llegábamos a nuestro objetivo (plato) no tendríamos algo que nos resguardara del viento y el frío en cuestión de minutos nos iba a jugar en contra. (Quienes han subido montañas y volcanes entenderán todos los síntomas que esto provoca). Ya en ese punto no lográbamos ver a tan solo un metro de distancia, la neblina nos abrazaba con su brisa y empezaba a mojar nuestra ropa, para ser honesto me invadió una desilusión muy grande, una vez más este sueño se está frustrando, pensé. Considero que tomamos la mejor decisión, no subir; por el contrario, volvimos a bajar y nos encaminarnos hacia las plataformas establecidas para poder acampar, la oscuridad de la noche nos acompañó fielmente y un par de accidentes (resbalones, caídas) también, aproximadamente una hora y media después llegamos a la plataforma que nos serviría para hacer el campamento base.
Ese lugar tiene una vista muy hermosa hacia el valle de la ciudad y se logra observar el Volcán de Agua, Pacaya y también el modelo que estábamos buscando, el Volcán de Fuego; claro, eso si se despeja el ambiente, para nosotros era una ventaja, si horas más adelante se lograba despejar tendríamos esa vista que mencioné anteriormente. Mientras el grupo estaba en la ardua labor de armar carpas (por cierto muy difícil de hacerlo porque el viento soplaba en contra) yo intentaba pensar y buscar el mejor punto para poder trabajar más adelante si Dios permitía que los cielos se despejaran. Para eso, Dios empezaba a hablarme por medio de su naturaleza, los sonidos del Volcán eran estremecedores, un lenguaje claro y preciso, el coloso estaba activo y listo para consentirnos, solo falta que se despejara.
Empecé a ver cómo planificaba desde ese punto porque la posición geográfica no era la misma que yo imaginé. Saqué mi teléfono celular (el que por cierto, iba apagado para optimizar la carga de la batería porque arriba y en esas condiciones dura muy poco) para abrir la aplicación que utilizo y activar el gps, y así, entender exactamente en donde estaba ubicado y ¡ohhh! sorpresa, la carga de mi celular era de 1% e instantáneamente el mensaje que nadie quiere leer allá arriba, “el teléfono se apagará en 20 segundos”, el aparato móvil estaba congelado, corrí hacía donde estaba mi mochila saqué el cargador de mi batería y esperé para planificar nuevamente, mientras eso pasaba, Dios seguía dándome aliento a través del volcán, disfrute de esos sonidos mágicos de estruendos en repetidas ocasiones. Un momento después, casi lloraba de la alegría, los cielos se empezaron a despejar y vimos la primera estrella, luego otra, y otra, y una más. ¡Wow! estaba completamente despejado, y allí estaban los modelos imponentes, Dios dibujó una sonrisa en mi rostro y estoy seguro Él sonreía conmigo. Y de pronto… ¡Booommmm! la primera explosión que visualizamos, indescriptible.
¿Quieren saber qué pasó con la carga de mi teléfono celular? Marcaba 30%, lo encendí e inmediatamente el mismo mensaje “el teléfono se apagará en 20 segundos”, ¡Nooooooo! ¿Qué pasaba? Llegó mi amigo, me vio frustrado y preguntó ¿qué pasa? Le conté y él volvió a encender el teléfono, pero esta vez no había mala noticia y en la pantalla marcó 40% de carga, ¡Había ocurrido un milagro! Agradecí en mi corazón y busqué entender cuál era mi ubicación, dos minutos (luego se volvió a apagar) fueron suficientes para saber qué panorama tenía enfrente. Mi sabio amigo me dijo, “¿Por qué no ves los cielos e intentas leerlos? creo que será más fácil.” Debo confesarles, ni siquiera lo había pensado, levanté mi vista y entonces, sí lloré; era la gloria de Dios, un firmamento destellante e indescriptible, que brindaba toda la información que yo necesitaba, a simple vista estaba la hermosa vía láctea, engalanando los cielos. Para todo eso, el reloj marcaba aproximadamente las 7:50 pm y el frío lo sentía hasta los huesos, sabía que era cuestión de esperar y soportar; el movimiento de la tierra continuaba su rotación y la vía láctea se iba colocando en donde Dios me había mostrado en el sueño, la fotografía. Casi a la 12:00 am estaba exactamente donde la había soñado, el lente de mi cámara se empañaba muy rápido por la brisa de la neblina que se paseaba por el lugar, y era muy difícil enfocar mi objetivo, lo secaba una y otra vez, pero el paño que utilizaba estaba ya demasiado húmedo; así que debía arriesgarme a hacer la captura en esas condiciones.
Esta fotografía nació en el corazón de Dios hace mucho tiempo, aguardó hasta este momento para darme el honor a mí, de poder capturarla; espero te guste y puedas apreciar en ella la gloria de Dios y su mensaje de amor para tu vida. Jeremías 31:3